1. Estar entre Pinto y Valdemoro.
Esta
expresión madrileña se aplica al que está beodo o con unas copas de
más. También se emplea para designar a la persona que vacila entre dos
cosas u opiniones, o adopta una actitud ecléctica que no es ni lo uno ni
lo otro.
Pinto
y Valdemoro son dos pueblos de las afueras de Madrid, cuyos términos
municipales están separados por un arroyo. Los lugareños cuentan que en
Pinto había un hombre aficionado a la bebida y con poca sesera que solía
ir por las tardes con unos amigos a las afueras del pueblo. Cuando
llegaban al pueblo que separa ambos términos, el borrachín se divertía
saltándolo, canturreando a cada salto “¡Ahora estoy en Pinto. Ahora
estoy en Valdemoro!”. En uno de los brincos, tropezó, cayó al fondo del
riachuelo y exclamó: “¡Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro!”.
No
obstante, algunos expertos opinan que éste no es el origen de la
expresión. Según éstos, Valdemoro es una villa de origen árabe y corte
musulmana que en el año 1083 fue conquistada por Alfonso VI. Pinto
también fue edificada probablemente por los árabes, aunque pronto cayó
tomada por los cristianos. Posiblemente, de esta convivencia entre
musulmanes y cristianos, cuya única frontera entre ambas poblaciones era
el riachuelo, procede el dicho proverbial estar entre Pinto y Valdemoro.
2. Mandar a alguien a hacer puñetas.
Esta frase se dice
cuando queremos despedir o contestar a una persona con desconsideración.
Las puñetas son las bocamangas -o sea, la parte más cercana de la
manga- de bordados y puntillas que adornaban algunas togas. Tales
adornos eran realizados con hilo formando un complejo tejido calado con
flores y figuras, que se confeccionaba a mano. Era pues ésta una
delicada labor en la que había que invertir mucha paciencia, tiempo y
dinero.
3. A buenas horas mangasverdes.
Durante el mandadto de
los Reyes Católicos se crearon los Cuerpos de la Santa Hermandad, tras
su aprobación en las Cortes de Madrigal, en 1476. El cuerpo fue
constituído para prestar auxilio en cualquier tipo de emergencia. Sus
miembros vestían un uniforme con coleto -vestidura de piel que cubre el
cuerpo hasta la cintura- y bocamangas de color verde.
Relatan los cronistas
de los siglos XVI y XVII que este cuerpo se ganó a pulso la fama de
impuntualidad. Generalmente, cuando llegaban al lugar requerido para
prestar el auxilio ya se habían cometido los desmanes y siniestros. Y, a
veces, tardaban tanto que los vecinos del pueblo habían resuelto el
problema. De hay que cuando se personaban en el lugar de los hechos, la
gente les reprochaba diciendo: ¡A buenas horas, mangasverdes!
La frase ha quedado
para expresar en sentido peyorativo la demora y llegada tardía de un
auxilio, así como para significar que los méritos no llegan en el
momento oportuno.
4. A ojo de buen cubero.
Esta expresión se
emplea normalmente para decir que una cosa está hecha sin medida, peso o
bulto. Antiguamente, en los diferentes reinos existía una total falta
de reglamentación a propósito de los sitemas y métodos de medidas. La
frase a ojo de buen cubero hace referencia a las medidas de
capacidad de las cubas destinadas a contener agua, vino, aceite u otro
líquido. Las cubas eran fabricadas una a una por el cubero, y su
capacidad venía determinada por el reino en el que tuviera montado el
negocio e incluso por las diferentes normativas de medidas dictadas por
los señores feudales.
5. Poner los puntos sobre las íes.
Según el Diccionario de modismos,
de Ramón Caballero, esta expresión significa “concretar, determinar,
acertar, sintetizar, por lo común con daño o contrariedad para alguno”.
La adición del punto sobre la i
minúscula data del siglo XVI. El folclorista Joaquín Bastús comenta que
“cuando se adaptaron los caracteres góticos era fácil que dos ii se confundieran algunas veces con una u,
y para evitar confusión se introdujo la costumbre de poner encima unas
tildes, acentos o virgulillas, y este uso se extendió hasta la i
sencilla”. Estos acentos o virgulillas pasaron a ser puntos sencillos a
principios del siglo XVI, “y este cambio adaptado por algunos copistas,
parecía quisquilloso a algunos otros, y de ahí vino la locución de
poner puntos sobre las íes”.
6. ¡Naranjas de la China!
La interjección ¡Naranjas! denota
asombro, y utilizada en la expresión ¡Naranjas de la China! se emplea
de manera familiar para negar lo que otro dice, como si lo expresado
cayera en el terreno de la fantasía.
Para el doctor Justo Gárate “la naranja es de origen asiático y probablemente de China, como lo recuerda el nombre alemán Apfensinen o manzana de la China, y una locución burlona española de Naranjas de la China. Otro vocablo alemán (de este cítrico) es el de Pomeranzen, en que pome son manzanas. Pero ya parece eran conocidas de los hebreos, cuando el tapponakh de la Biblia en el Cantar de los cantares (VII, 8 ) es más bien naranjo que manzano, según Zimmermann y Pérez”.
7. Estar en Babia.
Babia
es una apartada comarca leonesa que linda con Aturias. Regada por un
afluente del río Luna, Babia era un lugar de descanso preferido por los
Reyes de León, en la baja Edad Media. Con cierta frecuencia, el monarca,
harto de los asuntos de palacio y las intrigas de los nobles, empeñados
en instaurar un régimen feudal semejante al de Europa septentrional, se
apartaba a este lugar paradisíaco y alejado de los campos de batalla.
Estas ausencias reales motivaban a menudo la inquietud de los vasallos, a
quienes, cuando preguntaban por su señor, se les respondía evasivamente
que el rey estaba en Babia. La expresión se hizo proverbial y pasó a la
lengua común para describir a quien está distraído y ajeno a la
realidad. Como curiosidad, Babia era un lugar famoso por sus caballos
pequeños y robustos. Se cuenta que el caballo del Cid Campeador procedía
de este lugar. De ahí su nombre, Babieca.
8. La Biblia en verso.
En el año 1839 nació en
la ciudad barcelonesa de Igualada un hombre llamado José María Carulla.
Fue una persona laboriosa y fecunda, y muy católica. También fue un
pésimo poeta a quien la Santa Sede le concedió la cruz Pro Ecclesia et Pontifice por su ambicioso empeño de poner verso la Biblia. Carulla consiguió versificar El Génesis, El Éxodo, El libro de Tobías y El libro de Judit.
Desgraciadamente, el
esfuerzo de este hombre vino a convertirse en un fárrago inaudito de
ripios que sirvieron durante mucho tiempo como tema festivo de las
tertulias donde se reunía gente de buen humor. Desde entonces, decir la Biblia en verso se hizo equivalente a todo aquello que, por su prolijidad y confusión, resulta idigestible.
9. Esnob y esnobismo.
El esnobismo es una exagerada admiración por todo lo que está de moda. El origen de la palabra esnob -en inglés, snob-
hay que buscarlo en la Universidad de Oxford. En épocas pasadas, la
mayoría de los estudiantes que cursaban su estudios en esta institución
eran hijos de familias nobles adineradas. Al inscribirlos en el registro
de los colegios, se ponían sus nombres en una columna, y en otra los
nombres y títulos nobiliarios de sus padres. Si el estudiante carecía de
esta condición,se ponía la frase latina sine nobilitae, que los escribas recortaban en s.nob.
10. Tocayo.
Según el Diccionario,
se dice respecto de una persona, otra que tiene el mismo nombre. Esta
palabra tiene su origen en la fórmula que empleaban los romanos en el
matrimonio de confarreación (confarreatio), celebración solemne
reservada a los patricios. Cuando la comitiva nupcial llegaba a la
puerta de la casa del futuro marido, éste, saliendo a su encuentro,
preguntaba a la que iba a ser su esposa:
- ¿Quién eres tú?
Y ella respondía con la siguiente frase sacramental:
- Ubi tu Cayus, ibi ego Caya (En donde tú seas llamado Cayo, a mí me llamarán Caya).
Con esta frase, el
matrimonio se decía algo así como que “allí donde tú y yo estmos,
seremos iguales, sin que nos diferenciemos ni en el nombre”. O sea que
eran tocayos.
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