Eso quiere Luigi Serafini (Roma, 1949) que sienta el lector
cuando se enfrenta a su obra fundamental, el Codex Seraphinianus. El
libro que ha hecho méritos sobrados para ser etiquetado como el más raro
del mundo es un volumen extraordinario e inquietante. Sus más de 350
páginas escritas en un lenguaje imaginario con una grafía inventada
intercalan imágenes de seres imposibles, máquinas complicadísimas y
absurdas, metamorfosis delirantes... Hay frutas que sangran, árboles que
nadan, huevos derretidos, polvos-caimán, civilizaciones locas, peces
con escafandra...
En fin, un desbarre. Muchas veces ha dicho Serafini que su
propósito era generar en el lector una emoción infantil, como la que
sentíamos todos cuando, de niños, sin saber aún leer, hojeábamos obras
enciclopédicas de sentido entonces inaccesible. Suele proclamar el autor
que con su Codex quiere volvernos a todos analfabetos.
Pero cuidado. Quienes ya estén torciendo el morro,
aprestándose a tildar de farsante al bueno de Luigi y clamando que hoy
en día cualquier mierda es considerada arte deben saber que este clásico
lleva más de tres décadas cautivando a todo aquel que se le aproxima.
Serafini creó el Codex a finales de los setenta. Durante dos años y
medio se encerró en su piso romano y dio rienda suelta a su imaginación,
creando un mundo lisérgico, algo que muchos han calificado como una
enciclopedia alienígena donde resulta más que evidente la influencia
surrealista.
En estas últimas décadas el Codex Seraphinianus ha cobrado
vida propia y ha alimentado las fantasías de los teóricos de la
conspiración y de los cazadores de extraterrestres; hay quien hasta se
ha tatuado alguna de sus citas en la piel. También es cierto que
Serafini alimentó durante mucho tiempo el mito negándose a aclarar si
tras esa grafía se escondía algún código secreto con mensajes cifrados.
No fue hasta mayo de 2009 cuando, en una charla en la Sociedad de
Bibliófilos de la Universidad de Oxford, reveló que, en realidad, se
trata de un lenguaje inventado sin sentido alguno. Sólo se había
permitido el reto intelectual de diseñar una clave específica para
numerar las páginas, que fue descifrada hace años por dos matemáticos.
Pero los textos, esas parrafadas ordenadas y curvilíneas,
no dicen nada. Durante muchos años fueron un desafío para lingüistas
amantes de los retos; en varias universidades se estudió el Codex
Seraphinianus e incluso un antiguo criptógrafo de la Marina de los
Estados Unidos ha asegurado haberlo descifrado. Al fin y al cabo, esa
grafía está inspirada en el mismo sistema utilizado en la escritura del
mundo occidental: filas de izquierda a derecha, con mayúsculas y
minúsculas. Pero todo es fantasía y cuando a Serafini le llegan con el
bulo de que alguien le ha pillado el truco se sonríe de medio lado.
Pese a todo, los textos parecen tener la inquietante
cualidad de dejar al lector al borde del entendimiento. Parecería que
está a un paso de descifrar el enigma, aún sabiendo racionalmente que
nunca alcanzará a encontrar sentido alguno en esos renglones. Si a eso
se añaden las imágenes a veces estridentes de este mundo onírico, la
experiencia de pasar las páginas del Codex Seraphinianus es literalmente
alucinante.
Como sucedáneo, hay una página web donde el libro está accesible en pdf. Tarda en cargarse, pero merece la pena: http://www.cetteadressecomportecinquantesignes.com/Luigi.Serafini.-.Codex.Seraphinianus.pdf
Fuente: http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/201311/04/codice-indescifrable.html
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